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domingo, 30 de enero de 2011

El Rincón del melómano: Messiaen


 "Todo esto se queda en ensayo y balbuceo, si se atiende a la grandeza del tema."
  Messiaen

Tiempo hace ya que deseaba dedicar este espacio a la vida y obra de otro de los grandes de la Música. No lo hice antes por falta de tiempo y concentración. Pero hoy nos reivindicamos.

Olivier Messiaen es sin duda uno de los compositores imprescindibles de los últimos sesenta años. No hay manual o libro serio que no lo cite como uno de los  autores capitales de la segunda mitad del siglo XX, y su influencia llega aún más agigantada  hasta nuestros días por la obra de algunos de sus principales discípulos,  el versátil Boulez entre ellos.

Nacido en Aviñon, Francia, a principios de 1900.  Fue hijo de un notable profesor de literatura inglesa y de una delicada poetisa, la que pareció presentir tempranamente la vocación de su hijo al dedicarle ya desde el vientre unos versos que hablaban de "premuniciones musicales". El vaticinio no resultaría fallido: rodedado de un ambiente artístico favorable, con infinidad de libros, piezas musicales y teatros de marionetas, y admirando fervientemente la partitura de ensueño del Pelleas de Debussy, Olivier ingresa con poco más de diez años al Conservatoire de Paris. Maestros insignes como Dukas y Dupré, entre otros, le proporcionan una de las más sólidas formaciones musicales. Se destaca como el primero en casi todas las disciplinas y enseñanzas. Sus primeras composiciones muestran un concienzudo y avanzado estudio del ritmo, y ya para entonces incorpora influencias de otras músicas, como el uso de la percusión javanesa en el gamelan. Resintiendo la banalidad imperante en la escena musical parisina, forma con un par de músicos el grupo conocido como La Jeune France (la Joven Francia), cuya misión es devolverle a este arte su dignidad. Con apenas más de veinte años, Messiaen ocupa ya el importantísimo cargo de organista titular de la iglesia de la Sainte Trinité (las obras que nos dejó para este instrumento cuentan entre las más grandes, al lado de las de Bach). Durante la Segunda Guerra Mundial, Messiaen es llamado a incorporarse a los destacamentos. Parte más como auxiliar que como soldado. Es capturado por los teutones y llevado a un campo de prisioneros. En su encierro, el músico realiza uno de los hechos artísticos más sorprendentes y notables de la historia, que demuestra el triunfo del espíritu sobre la barbarie humana: sirviéndose de unos instrumentos en condiciones lamentables (piano, violín, cello y clarinete), compone su portentoso Quatuor por le fin de temps (Cuarteto para el fin del tiempo). La obra fue estrenada para  un auditorio compuesto de ateridos cautivos y militares, que  ofrecían la verdadera estampa de los restos del holocausto apocalíptico. Terminados los horrores de la confrontación, Messiaen se consagra enteramente a la enseñanza musical y a la composición. Su cátedra fue visitada por buena parte de los mejores autores de los últimos tiempos. Murió en la cercanía de la capital francesa, en 1992 tras una larga agonía, pero sin duda reconfortado por su fe inquebrantable.

Realizar un análisis de la obra de Messiaen es una tarea que va más allá de los propósitos de este sitio, y a años luz de nuestras capacidades y conocimientos. Contentémonos pues con mencionar sus principales rasgos interesantes, en virtud de nuestra experiencia como melómanos. Estas partituras - para el que las escucha por vez primera- no se parecen a nada que se haya compuesto ni antes ni después. Suelen incorporar instrumentos raros y exóticos, como el dispositivo de las Ondas Martenot (produce sonidos que sugieren llamadas extraplanetarias), las percusiones de resonancias orientales y otros más..  Olivier  declaró en más de una ocasión que cuando componía percibía clara y distintamente colores de un espectro maravilloso (era una metáfora) que tenían su exacta correspondencia con los sonidos musicales; es decir que  la suya es una  música sinestésica. Baste reparar en algunos títulos de su catálogo como Couleurs de la Cité Céleste , para percibir la idea que del color orquestal tenía.

 Repitamos un carácter fundamental: su profunda e inamovible fe cristiana. Messiaen era un ferviente católico romano, que depositaba enteramente su confianza en la Divinidad. No hay obra alguna  de él que no nos hable directa o indirectamente de su confesión; pero ésta se evidencia en su obra de un modo sumamente personal: no produce resultados ascéticos y austeros como en algunos fundamentalistas, sino que se manifiesta gozosamente, con exuberancia, semejante a un espiritu exultante que teniendo ya la intuición del poder y la presencia divinas, se lanza sin frenos ni tabúes a la busqueda del placer en todos los aspectos de la vida y  la creación (Messiaen decía que el sexo, por ejemplo, era un regalo de Dios, hedonismo  al  más puro estilo francés). Es por eso que con sus notas se glorifican aspectos como la imponencia de las montañas, el brillo eterno de los astros, el encuentro de lo-eterno- masculino con su correspondiente femenino (el Mito de Tristán e Isolda),  el canto de las aves...Sí. En una entrevista con Claude Samuel, Messiaen reconoció que los músicos que más lo habían influido, y con mucho, eran las criaturas aladas, que en su opinión fueron las primeras en entonar un canto (por ende músicos) sobre la faz del planeta. Consagró buena parte de su vida al estudio de las costumbres y melopeas de los pájaros. Los resultados de esta inmensa labor fueron registrados en el papel pautado, con efectos que han maravillado tanto a los ornitólogos como a los más exigentes especialistas y críticos musicales. Catalogue d´oiseaux (catálogo de aves) es una obra monumental para piano en la que encontrarán la transcripción, un tanto idealizada, de los cantos de  un buen número de especie de aves de distintas latitudes.
Otras obras maestras absolutas que no podemos pasar en silencio: Sinfonía Turangalila (en ella se resume gran parte de lo que hemos expuesto arriba), La Ascención (oratorio colosal), La Natividad del Señor Jesús (suite para órgano) y la ópera San Francisco de Asís (beato con el que se identificaba por su amor a lo creado). En todas ellas verán el testimonio de un hombre sincero y músico  singular, que a pesar de haber vivido en tiempos verdaderamente difíciles de colapso de la fe y los valores- lo cual en arte se tradujo en la proliferación de vanguardias vacuas que no conducían sino a una impasse-, supo encontrar un estilo individual y constructivo, que era como una flecha enamorada lanzada al corazón mismo de la razón de ser de todas las cosas.

Hoy pensemos un poco en este genio singular. Asimilemos su ejemplo como una prueba de valor y fortaleza en momentos caóticos.


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