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viernes, 21 de enero de 2011

El rincón del melómano: Sergei Prokofiev


Hay un músico muy especial y caro a mí; sus obras tienen un sitio de privilegio en los estantes de mi discoteca clásica. Se trata de aquel genio luminoso llamado Sergei Sergeievich Prokofiev. Prácticamente todo lo que conozco de él son obras maestras indiscutibles en todos los géneros musicales. Antes de que supiese siquiera el  nombre de su autor, durante la infancia, ya amaba las notas de ensueño de aquel cuento didáctico orquestal de Pedro y el lobo. Ya en mis años mozos di por un afortunado azar con un estuche que contenía  compactos con sus sonatas para piano; y a partir de entonces he atesorado todo lo que he sabido compuesto por Sergei.


 Prokofiev vio la luz por vez primera  en un pequeño poblado de Ucrania, entonces bajo dominio de la extinta Unión Soviética. Sus muy tempranas muestras de talento musical hacían pensar en un Mozart eslavo:  con apenas  unos cuantos años de vida ya había esbozado algunas piezas de valía. Dado que su inspiración le venía con frecuencia de algunas modernas corrientes europeas (sobre todo francesas) fue acerbamente atacado por los defensores del nacionalismo ruso. Por esta razón, quizás,inició una serie de viajes y giras por todo el continente, Japón y los Estados Unidos, fijando su residencia un tiempo  en la capital cultural de entonces: Paris. Ahí conocería a otros artistas en exilio y enriquecería  su experiencia y poder creativo al encontrarse con el zar de Los ballets rusos,  Sergéi Diágilev. De esa época datan auténticas joyas como El amor de las tres naranjas y El ángel de fuego. A su regreso a la patria, Sergei continuó componiendo en un estilo vanguardista y atrevido que chocó con las normas dictatoriales del llamado "realismo socialista", que exigía a los artistas ceñirse a unas reglas de composición que produjesen obras fácilmente asimilables para el hombre llano. De esos días podemos destacar páginas grandiosas  para el cine tales como "Iván el terrible" y "Alexander Nevsky", y el divertidísimo "Teniente Kijé". Muere el gran músico en Moscú el mismo día que el nefando  Stalin (malditas ironías de la vida).

¿Qué podríamos decir de su música inefable? Casi todos los rusos, pese a su brutalidad y carácter taciturno, poseen casi íntegro el carácter infantil. Prokofiev no fue la expeción, este enfant terrible de la música del siglo XX se complacía enormemente con sus continuas vaciladas musicales; jugaba con las estridencias de la orquesta y las resoluciones más inesperadas, dejando no pocas veces patidifuso a su auditorio. Pero al mismo tiempo poseía tal candor; una imaginación musical portentosa y una capacidad melódica y de expresión que ha dejado muchos momentos de gozo celeste en sus partituras. Reímos a carcajadas con su arte, comprendemos -si aún tenemos el alma pueril- algunos de sus guiños inocentes y maliciosos; admiramos su supremo virtuosismo en sus dos concerti para violín, en los cinco para piano, y en sus sonatas para este último instrumento; nos estremecemos con el lirismo de Romeo y Julieta, y conseguimos ver más allá de lo humano en la experiencia extática de Renata en El ángel de fuego.

Prokofiev es un compañero imprescindible para todo melómano que ame el arte puro y espiritual.


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