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lunes, 27 de diciembre de 2010

La verdad sobre Alma Mahler



Hace poco, hurgando en cierto escrito biográfico debido a un noble
francés, revisando algunas declaraciones fidedignas de primer mano,
y también algunos artículos de chismorreos infames de la época, he tenido que modificar la opinión que de la "sufrida" consorte del autor
de La Canción de la Tierra antes tenía.
Creía- oh pobre ingenuo- que la célebre Almita Mahler (Schindler de soltera) había sido la triste víctima de un hombre egocéntrico, asquerosamente machista, hipersensible y demente, que solía torturarla con sus continuas crisis espirituales, y pisotear las brillantes dotes creadoras de su consorte con ataques de desprecio e indiferencia inspirados en la más sórdida de las envidias.
Pero la luz se ha hecho y una muy diferente personalidad aflora de estas supuestas investigaciones nuestras.
Resulta, pues, que esta mujer era una auténtica leona - Löwin como alguna vez la llamara indignada Frau Olga Palkowska, viuda del genial pintor Kokoschka (por cierto una más de las incontables víctimas sentimentales de esta insaciable vampiresa)-, ebria inveterada, perezosa incorregible, veleidosa sin causa, maniaca de la grandeza, amante del lujo desmedido y obsceno; planta parasitaria que se adhería como la hiedra a sus mundialmente famosas parejas para sacar todo el provecho y ventaja oportunista de su posición, hasta dejarlas sin una sola gota de esa savia vital que constituía su grandeza humana y creadora.
Parece ser que esta lindura de mujer la agarró también contra Freud, a causa sobre todo de una nota que llegó a su domicilio tras la muerte del esposo,con unos honorarios bastante elevados por concepto de una famosa sesión en que Mahler intentó superar todos sus conflictos , en gran parte causados por esta arpía infernal ( de ahí todas las diatribas y calumnias de ella contra el padre del Psicoanálisis).
Cuando la relación marital llegó a un grado de locura insostenible, con las más escandalosas y descaradas infidelidades de Alma, Mahler tuvo que resignarse a la ignominiosa cornamenta, pues parecer ser que entonces anteponía a toda esta penosa situación el inmenso amor que profesaba a ésta su bête noire, afecto sublime que le hacía alcanzar las más elevadas cotas de espiritualidad creadora (revisar el ciclo sinfónico: Sexta, Novena y el Adagio de la Décima inacabada).
Seguiremos investigando sobre este particular, Der Fall Alma.

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